Como los niños pequeños aún están desarrollando la capacidad de manejar sus sentimientos y comunicar sus necesidades, el comportamiento desafiante es una parte esperable de la primera infancia. Cuando se producen estos momentos difíciles en un entorno de aprendizaje temprano, los cuidadores adultos saben que es importante responder con paciencia e intención, para que el niño se sienta visto y apoyado. En este artículo, exploraremos una respuesta eficaz a los comportamientos desafiantes conocida como redirección. La redirección es un enfoque suave que ayuda a los niños que atraviesan momentos difíciles a hacer una pausa y luego volver su atención a algo más positivo.
Conductas desafiantes en la primera infancia
Los comportamientos desafiantes pueden aparecer en los entornos de aprendizaje temprano de diversas maneras. Ya sea tirando juguetes, negándose a compartir o mostrándose físicamente agresivo, estos comportamientos pueden agotar la paciencia incluso de los proveedores de cuidados y aprendizaje más experimentados. Recordarnos a nosotros mismos que este tipo de arrebatos a menudo indican que un niño necesita ayuda para navegar por grandes sentimientos o necesidades insatisfechas puede ayudarnos a responder con eficacia.
El sitio web de la Administración para Niños y Familias, ChildCare.gov describe la conexión entre comportamiento y comunicación. “Todo comportamiento es una forma de comunicación… Los niños pequeños aún no tienen las palabras ni la capacidad de comunicación para decirnos claramente lo que necesitan y quieren o cómo se sienten. Hacen saber a los adultos sus deseos y necesidades a través de su comportamiento. A veces, un comportamiento que los adultos considerarían perturbador suele ser una” pista “que nos ayuda a comprender lo que los niños intentan comunicar.”
La reorientación como respuesta a la conducta desafiante
Aunque hay muchas formas de responder cuando los niños pequeños muestran un comportamiento desafiante, un enfoque habitual que utilizan los educadores y cuidadores se conoce como redirección. En este enfoque, los educadores intervienen cuando observan que un niño se está volviendo agresivo o desregulado y lo dirigen con suavidad, pero con firmeza, hacia una actividad diferente y más segura.
He aquí algunos ejemplos de cómo podría ser la reorientación con niños pequeños:
- Un niño frustrado intenta pegar a otro. Un educador interviene para redirigir el comportamiento diciendo algo como: “Veo que te sientes frustrado, pero ésa no es una forma segura de utilizar las manos. Voy a ayudarte a alejarte de Jacob y a encontrar otra cosa que puedas golpear”. A continuación, el educador puede ofrecer al niño una alternativa más segura, como una almohada o un peluche.
- Un niño se dirige repetidamente a la puerta para intentar abrirla y salir del aula. Un educador podría responder acercándose a la puerta del aula y explicándole: “Ahora no vamos a jugar con la puerta. Voy a ayudarte a encontrar otra cosa con la que podamos jugar”. A continuación, el educador guía físicamente al niño lejos de la puerta, para que caminen juntos hacia un juguete que al niño le suele gustar.
Cómo es beneficiosa la redirección
La redirección es una herramienta poderosa en los entornos de aprendizaje temprano, porque detiene el comportamiento desafiante antes de que pueda intensificarse, y evita el uso de la vergüenza o el refuerzo negativo. Al utilizar la redirección, los proveedores de atención y aprendizaje tempranos ofrecen a los niños la opción de reajustarse y tomarse un descanso cuando sus emociones se apoderan de ellos. Con el tiempo, los niños desarrollan la conciencia de sí mismos para darse cuenta de cuándo su comportamiento es inseguro o incómodo para los que les rodean. Se trata de habilidades socioemocionales fundamentales que ayudarán a los niños a prepararse para el éxito cuando crezcan.
Para los educadores, la redirección ofrece una forma de responder a los comportamientos desafiantes con intención, calidez y compasión hacia el niño que experimenta un momento difícil. Este enfoque nos ayuda a bajar la temperatura cuando los grandes sentimientos se apoderan de él, y a mantener un ambiente positivo que beneficie a toda la clase.
Consejos para educadores: Utilizar la redirección en las aulas de EPI
Habla con el niño sobre sus sentimientos.
El primer paso en la reorientación es establecer una conexión hablando con el niño. Sin este paso inicial, la reorientación puede resultar brusca y confusa. Asegúrate de utilizar un lenguaje claro y adaptado al niño para ayudarle a identificar sus sentimientos, a comprender cómo le hacen actuar y por qué estás redirigiendo su conducta.
Puede ser algo así como: “Me he dado cuenta de que te cuesta mucho no tirar la taza ahora mismo” o “Veo que te sientes frustrado porque Ella no quiere compartir su juguete contigo”. Esto ayuda al niño a desarrollar el lenguaje y la autoconciencia sobre sus emociones y su comportamiento.
Bloquea con suavidad y firmeza la conducta desafiante.
Cuando redirigimos a los niños, les estamos ayudando a aprender a dejar de hacer lo que hacen cuando es inseguro, perturbador o hiriente. Sin embargo, los cerebros en desarrollo de los niños pequeños necesitan mucho apoyo para controlar sus impulsos. Cuando dirigimos a los niños para que se aparten de un comportamiento difícil, tenemos que introducirnos físicamente en la situación para ayudarles a dejar de hacer lo que están haciendo. Esto puede significar interponerse entre dos niños para impedir que uno pegue al otro, bloquear suavemente la mano de un niño que tira cosas o recoger un juguete que un niño está utilizando de forma agresiva.
Como los niños pequeños aún están desarrollando la capacidad de controlar sus impulsos, la reorientación es menos eficaz cuando se hace a distancia. Lo mejor es acercarse al niño, ayudarle suavemente a que deje de hacer lo que está haciendo y guiarle con calma hacia la actividad alternativa.
Recuerda mantener la calma.
La redirección pretende ayudar a los niños a tomarse un respiro, regularse y aprender a controlar sus impulsos. Esto requiere un enfoque tranquilo y suave para ayudar a difuminar los grandes sentimientos que ya se están produciendo. Por ello, la redirección requiere que los educadores gestionen sus propias emociones y mantengan la calma durante estas interacciones. Si el tiempo lo permite, respirar hondo y rápido para calmar tu propio sistema nervioso antes de acercarte al niño puede ayudarte a aportar una energía suave a la situación.