Quienes cuidan a niños pequeños tienen un gran corazón y se esfuerzan por crear relaciones afectuosas y enriquecedoras con los pequeños a su cargo. Trabajar en el campo de la atención y educación de la primera infancia es increíblemente gratificante, pero también puede ser bastante agotador, ya que los pequeños requieren mucha energía, paciencia y compasión.
Trabajar con niños pequeños y sus familias puede ser especialmente difícil cuando un niño o sus familiares han vivido situaciones difíciles o traumáticas. Como educadores, establecemos profundos vínculos con las familias de los niños pequeños que están a nuestro cuidado, y a veces esto puede hacer que nuestra propia sensación de bienestar se vea afectada negativamente por las experiencias estresantes o traumáticas de una familia. Cuando esto ocurre, es importante que tomemos medidas para garantizar que el estrés que sentimos no se convierta en fatiga por compasión o nos lleve al agotamiento.
Este artículo explora el concepto de fatiga por compasión y sus señales de alarma. También encontrarás consejos y recursos para ayudar a los proveedores de ECE a establecer una práctica de autocuidado que les ayude a reconocer y tomar medidas para prevenir la fatiga por compasión y el agotamiento.
¿Qué es la fatiga por compasión?
La fatiga por compasión es un término utilizado para describir el agotamiento que puede sentir una persona cuando cuida o ayuda a alguien que ha estado expuesto a un trauma. En un artículo escrito por la educadora y defensora Nicole Homerin, M.Ed, la fatiga por compasión se define como un «trastorno o respuesta de estrés traumático secundario directamente relacionado con los sentimientos de impotencia y angustia psicológica que experimentan las personas que ejercen profesiones de ayuda».
Cuando trabajamos con niños y familias que han sufrido traumas u otras situaciones difíciles, escuchamos sus historias para poder comprender sus necesidades y ofrecerles apoyo. Esta escucha activa aumenta nuestra capacidad de empatizar con los retos únicos de una familia y de demostrar nuestra preocupación por su bienestar. A veces, sin embargo, nos encontramos interiorizando el estrés que experimenta la familia, ya que nos preocupamos por cómo lo están afrontando o sentimos impotencia por nuestra limitada capacidad para mejorar su situación. Puede que incluso tengamos nuestra propia historia de traumas, que puede ser desencadenada por sus historias. Esta exposición continuada al estrés acaba desgastando nuestro cerebro y conduce a la fatiga por compasión.
Señales de advertencia de la fatiga por compasión
La fatiga por compasión puede manifestarse de distintas maneras. Hoja informativa y gráfico (abajo) del artículo de California Learning Collaborative on Alternative Education titulado Fomentar la resiliencia entre los educadores enumera varios posibles signos de advertencia de la fatiga por compasión. Las señales de alarma a las que deben estar atentos los profesionales de la EPI se agrupan en cuatro categorías: Cognitivas, Emocionales, Conductuales y Físicas.
¿Quién es susceptible a la Fatiga de Compasión?
Un extracto del libro de NAEYC Trauma y niños pequeños: Estrategias pedagógicas para apoyar y Empoderar a los niños explica: «Todos los que enseñan a niños con antecedentes traumáticos son susceptibles de desarrollar fatiga por compasión. Sin embargo, algunos educadores de la primera infancia son más propensos que otros a desarrollar este trastorno: las mujeres, los profesores noveles, los más empáticos por naturaleza y los que tienen sus propios traumas personales sin resolver.»
¿Cómo puedo evitar y prevenir la fatiga por compasión?
La mejor manera de evitar la fatiga por compasión es reservar algo de tiempo para cuidarte a ti mismo. Aunque el autocuidado pueda parecer indulgente, es una parte necesaria de nuestro trabajo como educadores. Si no dejamos espacio para cuidarnos a nosotros mismos, no podremos aparecer y estar plenamente presentes para los niños y las familias a nuestro cargo. El autocuidado puede tener un aspecto diferente para cada profesional de atención temprana, variando según el tiempo, las necesidades y la personalidad de cada persona. A continuación se enumeran algunas prácticas sencillas y preventivas de autocuidado que podrían ser adecuadas para ti:
- Prueba una breve práctica de atención plena. La atención plena es una forma sencilla de conectar con nosotros mismos a lo largo del día. Nos invita a sintonizar con nuestro cuerpo, nuestro entorno y nuestra mente para darnos cuenta de cómo estamos. Si eres nuevo en mindfulness, puede que te gusten algunos de los siguientes recursos gratuitos:
- Reúnete con tu director/equipo directivo de ECE. Si trabajas en un centro, puedes plantearte reunirte con tu director o con otra persona de tu organización que pueda ofrecerte apoyo y orientación. Durante esta reunión, puedes hablar de tus niveles de estrés y de la situación concreta que ha desencadenado ese estrés. Pide a tu director de programa que trabaje contigo en una lluvia de ideas sobre estrategias para crear más equilibrio en tus rutinas diarias.
- Tierra de gratitud. Cuando las cosas te parezcan abrumadoras o negativas, puede ser útil iniciar una práctica regular de gratitud. Una forma de practicar la gratitud es llevar un diario de gratitud, donde puedes anotar algunos acontecimientos o partes de tu día que tengan un impacto positivo en tu vida. O puedes empezar el día dedicando unos minutos a decir, en voz alta, cinco cosas que te inspiren gratitud. Hacer de la gratitud un hábito diario ayuda a combatir los sentimientos estresantes de preocupación, negatividad o fatiga de compasión que a veces pueden abrirse paso en nuestras ajetreadas vidas.
- Considera la posibilidad de buscar apoyo de salud mental. Aunque puede resultar desalentador pensar en buscar y hablar con un terapeuta o un profesional de la salud mental, puede ser extremadamente útil para quienes experimentamos fatiga por compasión. Incluso cuando encontramos alegría y significado en nuestro trabajo con niños y familias, algunas de las situaciones que encontramos en el trabajo pueden desencadenar emociones, especialmente para quienes cargamos con nuestros propios traumas. Hablar con un profesional licenciado en salud mental puede ayudarnos a reconocer nuestras emociones desafiantes y a desarrollar herramientas que podamos utilizar para procesarlas. Cuando el coste o la disponibilidad del apoyo a la salud mental sea un posible obstáculo, algunas de las siguientes opciones podrían ayudarte a empezar:
- Investiga los recursos locales de salud mental de tu condado para encontrar opciones de apoyo locales, basadas en la comunidad.
- Ponte en contacto con el proveedor de tu plan de seguros para ver si te pueden poner en contacto con un proveedor de salud mental de su red.
- VisitaPsicología Hoy para encontrar un profesional de la salud mental en tu zona.
- Considera la posibilidad de buscar opciones de terapia de «escala móvil» (esto significa que las tarifas son variables en función de los ingresos y otros factores).
Recursos gratuitos adicionales