La hora de la siesta es un componente esencial del plan de estudios de preescolar, según un estudio de investigación financiado por la Fundación Nacional de la Ciencia.
Las investigadoras cognitivas Rebecca Spencer, de la Universidad de Massachusetts Amherst, y Tracy Riggins, de la Universidad de Maryland, descubrieron que las variaciones en los patrones de siesta de los niños están relacionadas con el rápido crecimiento del hipocampo, una región del cerebro que ayuda a regular las emociones, el aprendizaje y la memoria.
Esto es especialmente importante para los preescolares, ya que los niños de entre 4 y 6 años progresan enormemente en su capacidad de recordar detalles y contextos.
Spencer y Riggins descubrieron que los niños de ese grupo de edad que aún necesitan dormir la siesta varias veces a la semana muestran una actividad menos madura en el hipocampo y en las demás áreas del cerebro con las que se conecta, como las asociadas al pensamiento crítico.
Estos niños se benefician de las siestas de 60-90 minutos, cuando se producen rápidas explosiones de actividad eléctrica a medida que el cerebro consolida en la memoria a largo plazo lo que acaba de aprender.
Como parte de su investigación, Spencer y Riggins pidieron a los niños de seis centros preescolares que jugaran a un juego de memoria por la mañana, antes de sus siestas normalmente programadas.
Después de completar con éxito el juego, se animó a algunos niños a dormir la siesta, mientras que a otros se les impidió hacerlo.
Al día siguiente, los niños a los que se había mantenido despiertos durante su siesta normal olvidaron entre un 12 y un 15% más que los alumnos que habían dormido la siesta.
En el caso de los niños que seguían siendo «dormilones habituales», es decir, que dormían cuatro o más días a la semana, los experimentos de seguimiento demostraron que la falta de siesta reducía significativamente la memoria en diversas áreas cruciales para el aprendizaje temprano, como el desarrollo de habilidades motoras y la regulación emocional.
La necesidad de la siesta y el proceso de transición de la siesta regular son únicos para cada niño.
Un estudio sobre el sueño realizado por Marc Weissbluth, especialista en sueño pediátrico del Children’s Memorial Hospital de Chicago, descubrió que, a los 4 años, casi el 60% de los niños siguen durmiendo la siesta al menos una vez al día.
La proporción desciende a menos de 1 de cada 3 a los 5 años, y a 1 de cada 10 a los 6 años.
La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños de 3 a 5 años duerman entre 10 y 13 horas, incluidas las siestas, cada 24 horas.
Fuente: Semana de la Educación, 12 de diciembre de 2018: La hora de la siesta favorece el aprendizaje, según los estudios.
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