El desarrollo del cerebro comienza antes de que nazca el niño y continúa durante toda la vida, pero los cambios más rápidos se producen durante la primera infancia. Durante los primeros 36 meses de vida, ¡cada segundo se forman hasta 1 millón de nuevas conexiones neuronales!
En un artículo escrito para el Hospital Infantil Lurie de Chicago, la neuróloga Anisa Kelley, MD, explica que estas importantes conexiones neuronales tienen lugar en momentos distintos y a ritmos diferentes, según la zona del cerebro en la que se produzcan: «El cerebro de los niños se desarrolla desde la ‘parte posterior’ del cerebro (el lóbulo occipital) hasta la ‘parte anterior’ del cerebro (el lóbulo frontal). El lóbulo occipital es importante para la visión y la integración visual…. a medida que el cerebro se desarrolla hacia delante en el primer año de vida, los niños empiezan a aprender el lenguaje y las habilidades motoras. Por último, se desarrolla el lóbulo frontal, proceso que continúa hasta los primeros años de la edad adulta. El lóbulo frontal interviene en el funcionamiento cognitivo superior, como la planificación motora, el comportamiento, la personalidad, la impulsividad y el funcionamiento ejecutivo.»
El córtex prefrontal y las funciones ejecutivas
Un elemento clave del desarrollo cerebral temprano tiene lugar en la corteza prefrontal, que vive en el lóbulo frontal del cerebro. Esta zona del cerebro alberga procesos de pensamiento complejos, como la memoria de trabajo, la capacidad de cambiar de tareas y la capacidad de reconocer, controlar y regular nuestras emociones. Estas habilidades, también conocidas como habilidades de la función ejecutiva, se desarrollan más rápidamente entre los 3 y los 5 años, y siguen desarrollándose durante toda la infancia y la adolescencia. En su documento de trabajo, Construir el sistema de control del tráfico aéreo del cerebro, el Centro para el Niño en Desarrollo de Harvard explica que la adquisición de los primeros elementos constitutivos de la función ejecutiva es una de las tareas más difíciles de los primeros años de la infancia, señalando que «tener función ejecutiva en el cerebro es como tener un sistema de control del tráfico aéreo en un aeropuerto muy concurrido para gestionar las llegadas y salidas de docenas de aviones en múltiples pistas».
El córtex prefrontal y el comportamiento
El lóbulo frontal y el córtex prefrontal, sede de algunos de nuestros procesos de pensamiento más complejos, no es la primera parte del cerebro que se desarrolla, y requiere un tiempo relativamente largo para alcanzar la maduración. Esto significa que, aunque los bebés y los niños pequeños parecen descubrir cosas nuevas y aprender nuevas habilidades a diario, todavía no tienen la capacidad ni las habilidades socioemocionales para regular sus emociones o comprender las necesidades que hay detrás de esas emociones.
Otra función del córtex prefrontal es procesar la autoconciencia y el autocontrol. En artículo publicado en la revista de investigación de Cero a Tres describe la relación entre el momento del desarrollo del córtex prefrontal y el comportamiento precoz: «Para los niños pequeños, uno de los aspectos más difíciles del autocontrol es resistir un impulso emocional: por ejemplo, abstenerse de coger el caramelo a pesar de desearlo o abstenerse de pegar a un compañero a pesar de sentirse enfadado. Los niños pueden conocer las reglas y ser capaces de pensar en ellas lógicamente, pero aun así pueden ser incapaces de resistir su impulso.»
Este comportamiento empieza a cambiar entre los 3 y los 6 años, cuando el desarrollo de las habilidades de la función ejecutiva empieza a acelerarse, y los niños empiezan a mostrar una mayor capacidad para controlar sus impulsos, cambiar su atención con flexibilidad y esperar una recompensa.
Cómo responder a las conductas desafiantes: Un Enfoque desde la Ciencia del Cerebro
Como el comportamiento desafiante puede ser frustrante, nuestra primera respuesta ante un niño que se comporta mal puede ser preguntarle «¿Por qué has hecho eso? o «¿Por qué estás enfadado? Sin embargo, esas preguntas son imposibles de responder para los niños pequeños, ya que aún no tienen acceso a la lógica, la razón y otras funciones del lóbulo frontal. Para conectar realmente con los niños pequeños que se comportan desde la ira o el enfado, lo mejor es centrarse en ayudarles a calmar sus grandes sentimientos.
Utilizar las 4 S
En su libro El cerebro del niño completoEl Dr. Dan Siegel recomienda centrarse en ayudar a los niños a sentirse seguros, cuidados y tranquilos en los momentos difíciles. El Dr. Siegel creó un marco de apoyo llamado las «4 S», que se resumen a continuación a partir de un artículo de la Dra. Peg Oliveira para el Programa Gesell de Primera Infancia de Yale:
- Calma: Centra tu atención en los sentimientos del niño, más que en su comportamiento. Prueba un ejercicio tranquilizador, como respirar profundamente para calmar la parte inferior reactiva del cerebro.
- Visto: Honra que la emoción es real reconociendo y empatizando con lo que siente el niño. Podrías decir algo como: «Te da mucha rabia tener que compartir esa pelota».
- Seguro: Crea un espacio físico para que el niño experimente sus sentimientos de forma segura y plena. Recuérdale que las emociones son aceptables, aunque algunos comportamientos (como la agresión o el lenguaje hiriente) no lo sean. Recuérdale que estás ahí para mantenerle a salvo, junto con todos sus compañeros.
- Seguro: Estate presente durante el comportamiento desafiante y después. Recuérdale que todo irá bien. En lugar de castigar al niño desconectándole o ignorando sus prácticas, recuérdale que se le cuida y que siempre es bienvenido a jugar con sus compañeros, siempre que tenga un comportamiento seguro y respetuoso.
Practicar tu propio autocuidado
Los comportamientos problemáticos pueden poner a prueba nuestra paciencia, y es útil tener preparadas nuestras propias estrategias autocalmantes para poder presentarnos ante los niños con una energía calmada. Habla con tus colegas profesores, administradores u otros sistemas de apoyo de tu programa sobre cómo podríais apoyaros mutuamente cuando uno de vosotros necesite hacer una pausa rápida para autorregularse.
Recuerda que los pequeños a nuestro cuidado siempre nos observan y aprenden de nosotros y de nuestras respuestas y comportamientos. Cuando modelamos el cuidado de nosotros mismos en momentos de emoción intensa, demostramos a los niños que pueden hacer lo mismo en situaciones difíciles.