Los educadores que trabajan con niños pequeños saben que la primera infancia es una edad de desarrollo divertida y llena de retos. A los niños les encanta estar activos y explorar, pero aún no han desarrollado las habilidades de autorregulación y comunicación que necesitan para superar la frustración. Como resultado, los niños pequeños suelen pegar, morder, dar patadas y utilizar otras formas de agresión física para hacernos saber que las cosas no van como ellos quieren. Como educadores, podemos responder a los comportamientos desafiantes ofreciendo a los niños herramientas que puedan utilizar para gestionar sus emociones y comunicarse de forma más productiva en el futuro.
Agresividad en la infancia
La primera infancia es una etapa única del desarrollo en la que los niños empiezan a ser más conscientes de lo que les gusta y lo que no, al tiempo que siguen desarrollando sus capacidades lingüísticas y de regulación emocional. Esto significa que los niños pequeños tienen opiniones firmes, pero a menudo les cuesta comunicarlas de manera eficaz.
Rebecca Parlakian, Directora Senior de Programas de ZERO TO THREE describe los retos de comunicación de los niños pequeños:
Como los niños pequeños también están empezando a utilizar las palabras para comunicarse, confían mucho en sus acciones para «decirnos» lo que piensan y sienten. Cuando un niño pequeño quiere un juguete, puede cogerte de la mano, acompañarte a la estantería de juguetes y señalar el que quiere… Cuando está enfadado, frustrado, cansado o agobiado, puede utilizar acciones como pegar, empujar, abofetear, agarrar, dar patadas o morder para decírtelo: ‘¡Estoy enfadado!’… o ‘¡Quiero lo que tú tienes!'».
Aunque estos comportamientos pueden ser estresantes para los cuidadores adultos, a menudo son más fáciles de aceptar cuando se reconocen como una parte típica de la infancia. Encontrará más información sobre el comportamiento de los niños pequeños en el artículo de Good2Know Network de los archivos, El comportamiento problemático de los niños pequeños desde la perspectiva del desarrollo.
Consejos para responder a un comportamiento agresivo
Al responder al comportamiento agresivo con una combinación de empatía y establecimiento de límites, los educadores de la primera infancia pueden ayudar a los niños a sentirse validados en sus sentimientos, al tiempo que refuerzan la importancia de no hacer daño a los demás. A continuación encontrará algunos consejos útiles para responder a estos comportamientos.
1. Compruébelo usted mismo en primer lugar
Al presenciar un altercado físico entre niños, es normal que los educadores tengan una reacción emocional. Esto puede incluir miedo, frustración e incluso ira. Por esta razón, es importante tomarse un momento para reflexionar sobre uno mismo antes de lanzarse a ayudar a los niños.
Inspira y espira lenta y profundamente para asegurarte de que tienes la mente despejada antes de intervenir con los niños. Esto te ayudará a acceder a la energía calmada y al lenguaje claro que necesitarás para desescalar las grandes emociones de la situación.
2. Abordar la situación con curiosidad
Tanto si has observado la situación que ha provocado el conflicto como si no, intenta abordarla con una mentalidad abierta y sentido de la curiosidad. Pregunta a los niños qué ha pasado y dales la oportunidad de explicarlo lo mejor que puedan.
Escucha a los niños cuando expresen su versión de la historia y sus sentimientos. A continuación, repita a los niños lo que usted ha entendido de la historia con un lenguaje no prejuicioso, como «Parece que…» y «Lo que estoy oyendo es…». Esto ayudará a los niños a sentirse escuchados y comprendidos, al tiempo que le dará a usted la oportunidad de comprender plenamente cómo ven la situación ambos niños.
3. Establecer límites claros
Cuando los niños recurren a la agresividad, es importante que establezcamos límites claros en ese momento para garantizar la seguridad de todos. Haz saber a los niños que, aunque sus sentimientos son válidos, nunca está bien hacer daño a otra persona en su clase.
Sugiere alternativas que los niños puedan utilizar para expresarse o comunicar sus sentimientos. Por ejemplo, considere una situación en la que un niño pega a otro porque quería un turno con un juguete que estaban utilizando. Una respuesta en esta situación podría ser: «Sé que puede ser frustrante tener que esperar, pero no está bien pegar. Eso duele. Hablemos con él y veamos si podemos encontrar un momento en el que todos estemos de acuerdo para que te turnes».
4. Documentar cuando sea necesario
Hay algunos niños que utilizan la agresividad más que otros. Para estos niños, puede ser útil iniciar un documento en el que anotar rápidamente cada vez que el niño se pone físico mientras está a su cuidado. Esta puede ser una forma útil de controlar el comportamiento y también de ver si surge algún patrón con el tiempo.
Por ejemplo, después de documentar el comportamiento durante una semana, puede observar que el niño suele portarse mal justo antes de la siesta, lo que podría indicar que está especialmente cansado y que le vendría bien prepararse para descansar un poco antes que los demás niños. O puede que te des cuenta de que un niño parece pasarlo especialmente mal con otro, y que separar a esos dos niños lo más a menudo posible evitará este tipo de interacciones.
Anotar cuándo se produce un conflicto físico también puede ser útil en caso de que decidas reunirte con los padres del niño. La posibilidad de remitirse a las notas para describir situaciones concretas le ayudará a dar a los padres una idea clara de lo que ocurre en la escuela. De este modo, todos estarán de acuerdo y podrán colaborar para encontrar formas de ayudar al niño.
Recursos adicionales
Si buscas más información sobre cómo manejar el comportamiento agresivo de los niños pequeños, puede que te resulten útiles los siguientes recursos: